Guillermo Aguirre
Un sorprendente primer libro de poesía
Como un circo luminoso bajo una lluvia azul, de ese modo, como un artilugio subacuático y líquido, se nos presenta 27 paraguas, el primer libro de poesía de Estelle Talavera Baudet, publicado por la editorial Los Libros del Problema de Yorick.
Nos encontramos en este poemario con una voz fresca a la par que sincera, con una muy buena medida rítmica y, sobre todo, con una facilidad ciertamente asombrosa para pasar de la iconografía pop al hermetismo de la poesía de la imagen. No son éstas palabras lanzadas al viento. Si decimos "circo luminoso" es porque 27 paraguas reconoce en la poesía su principio de juego, su esencia de engaño y rareza de efectismo y recreo; y si decimos "bajo una lluvia azul" es porque, al mismo tiempo, 27 paraguas rodea esa ilusión poética con un clima frío y mojado, quizá reflejo del lugar en el que la poesía se encuentra hoy dentro del mundo o puede que tan sólo efecto para colocarnos a determinada distancia, tras un cristal abombado por el agua, y así advertirnos, de que no es circo todo lo que lo parece.
El libro se divide en tres partes, aquí llamadas "pasos". El primero: "Abrir el paraguas". El segundo: "Coger carrerilla". Y el tercero: "Volar". El primero es, sin lugar a dudas, el más racional y, sin embargo, es en éste donde se nos presenta el circo y se nos invita a pasar, en el que en el que todo parece más animado (señoras y señores/ niños y marionetas/ con vosotros/ -con nosotros-/ el equilibrista equino/ el hombre elefante/ la mujer calva) y en el que también se nos sitúa entre los espectadores y el propio libro (Tú y yo sorprendidos -nosotros-/ esta fiesta con hilos nos provoca/ un resquicio/ de respeto; / un dolor que baila de puntillas/ con guantes blancos y luces de camerino).
Conforme los pasos se vuelven más imposibles -correr con un paraguas abierto, volar con él (el espejismo de una huida)- más azul el circo, más crudo su falso paraíso, más reales los elementos poéticos y el dolor que los habita (Hoy he inflado un globo de helio/ y he tomado carrerilla absurda/ -lo lamento-/ el tropiezo entre tus brazos/ ha sido una tonta/ borrachera juvenil en época/ de guerra). De esta manera, poco a poco, del artificio y del recreo de este circo poético, va surgiendo una potente voz, en unas ocasiones sencilla, otras veces hermética, pero siempre rodeada de un halo de pesadumbre, de cansancio (Mira atrás el animal cansado/ ha recorrido más de la cuenta/ La fiera ya no tiene fiereza/ sino cuatro patas manchadas de barro/ (…) Arriba el circo/ la mansedumbre), con lo que la autora parece decirnos que ningún paraguas nos protegerá de todo aquello que no es lluvia y que quizá, solo quizá, la poesía es el único vehículo eficaz para arrojar cierta luz y colorido sobre lo que en principio está oscuro y cala demasiado.
Sorprende la capacidad de Talavera Baudet para cambiar de registros, el humor que sobrevive en el libro aún cuando va tomando conciencia del hastío de este mundo, esa condena y tentación de existir, y las ganas, enormes ganas que tiene la autora de nombrar las cosas como son -el perro, el gato, el hombre flaco que ladra a la luna o esa mesa volcada- sin que por ello las impida o las limite a ser también muchas otras cosas más. En fin, señores, ¡ya empieza a entrar la gente, ya están preparados los niños corneta, las mujeres barbudas, los equilibristas! Sentémonos a disfrutar del espectáculo.
Poco a poco, del artificio y del recreo de este circo poético, va surgiendo una potente voz, en unas ocasiones sencilla, otras veces hermética, pero siempre rodeada de un halo de pesadumbre, de cansancio.
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