LA NOCHE DE LOS GIRONDINOS
Jacob Presser
Editorial Barril & Barral
Traducción: Roberto Mansberger Amorós
Primera edición: abril 2010
Cada situación tiene su porqué; pocas cosas son, si las vivimos en primera persona, radicales e incuestionables. Todo se trata de relativismo; las dudas que a uno le pueden surgir en una situación, contra todo pronóstico, en contra de la ética más profunda de cada uno… de esta agua no beberé…
Jacob Presser nos abre los ojos y nos deja sin prejuicios. Su relato ofrece el testimonio que necesitábamos para vernos en los barracones de castigo, sentir las dudas, obrar en contra de nuestros principios para intentar sobrevivir. Y a pesar de todo aquello, a pesar del instinto animal de supervivencia, surge, en la más recalcitrante derrota, el ánimo por ayudar, la más pura y libre empatía por los demás, sin exhortación alguna, a pesar de que eso signifique embarcarse en un tren rumbo al final de los días. A pesar de los errores humanos, hay cierta esperanza, no todo es blanco o negro.
La otra historia
«La noche de los girondinos» narra una parte del Holocausto que no había sido prácticamente tratada: los judíos que, bajo órdenes del Servicio de Orden, preparan cada lunes una lista de embarque, judíos que viajarán en los trenes rumbo a los campos de concentración, donde serán exterminados. Selección y coacción, llevarles a empujones y subirles al tren donde viajarán jornadas completas sin aire ni comida.
El relato que se desarrolla en este libro bajo esta premisa es espeluznante. Las razones que los llevan a elegir unos u otros: débiles, huérfanos, ancianos, enfermos mentales, mujeres encinta… La reacción de los judíos ante la lectura en alto de los nombres que allí figuran. Este libro no necesita sangre ni escenas macabras, sólo con sus descripciones, su humanismo, la perfecta filigrana del terror en vidas que no tienen ya nada, es suficiente para sentirse sobrecogido y derrotado. Y lo más espantoso es que este relato no es ficción, sino un informe de hechos reales.
Jacques Suasso Henriques, barracón de castigo de Westerbork, donde comenzó colaborando con los alemanes en la selección de los judíos que irán rumbo Auschwitz o Sobibór. «Pero Suasso, trata de comprenderme y no digas esas tonterías, ¿qué pretendes? ¿Qué puedo yo, qué podemos nosotros hacer aquí? Figúrate que un barco con mil pasajeros se hunde mientras nadie reacciona a nuestras llamadas de socorro. Y en los botes salvavidas sólo hay sitio para cincuenta. Ahora di tú, ¿lo ves?». Así comienza su recorrido con los judíos holandeses en colaboración con los nazis, entregando impunemente a los suyos semana a semana, como quien ofrece un sacrificio humano a la gran bestia hambrienta para esquivar la propia muerte. Las historias que surgen en los barracones, las amistades que nacen y superan la barrera del miedo. Hasta que surge la empatía rompiendo las normas y perdiendo el control, pues el hombre es el hombre para el hombre.
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