
Busco instrumentos
a tu música,
utensilios quirúrgicos, perfectos, con los que modificarte,
abrirte, examinarte, conocerte mejor que nadie.
Busco mantas y abrazos con los que arropar tu cuerpo.
Busco instrumentos que nos afinen, a la vez, los oídos
al escucharnos.
Revuelvo los cajones, las bocas, los libros
y no encuentro modo de revelarte
de pasarte de película a papel
de hacerte colar un pie en mi cama,
arrancarte los abrazos a mordiscos.
Atarte a mis vértebras y dejarte crecer como una planta.
Trato de firmarnos
de dar patadas a nuestras piedras dolorosas,
allanar los caminos que nos conducen como mapas
sin escalas
ni horas
ni bocas locas.
Ni mejoras.
Sigo buscando instrumentos que te aten
calores que te adormezcan y retrasen tu partida.
Busco extorsionar, forzar, robarte del mundo
hacerte desaparecer en mi chistera y renombrarte.
Caerme dentro de tu garganta como una píldora.
dormirme entre tus dedos pero por dentro,
o en tu talón que camina lejos de casa, uno y dos y así infinito.
Y que sigas ahí cuando despierte.
Que sigas ahí cuando despierte.
Busco instrumentos que te dibujen en el aire
y ninguno de ellos tiene
cuerda.