sábado, 27 de diciembre de 2008

Coger al mundo por los pies

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Calzada.
Vías de tren.
Arcén. Escalera.
La entrada espectacular y desesperada de un casino luminoso;
acera, adoquín, piedras unidas por asfalto.
Tendido eléctrico, ondas de radio, chips, chops, ordenador parlante, interlocutor sin tímpanos y con cables a su espalda, penas indoloras.

Y en medio: una fina línea.

Una simple y fina línea azul que nadie ve.

Si al mundo se lo cogiese por los pies, cabeza abajo,
la línea separaría el cielo mar del mar cielo.

Si se lo cogiese por los pies,
ay, si se le pudiese dar la vuelta,
los brazos serían barcos, los pájaros moluscos,
la piel piedra musgosa, el alga pegajosa una amapola de tentáculo.
La palabra una burbuja, la sal el polen.
El aire una corriente de agua marina.
Los bancos de peces bancos de sentar.
Los casinos banquetes de tiburón.
Los tiburones de doble dentadura tú y yo.

Si se le diese la vuelta a todo,
ay, si se le pudiese dar la vuelta,
el mundo bajo el agua se herrumbraría.
Si se le diese la vuelta,
quién sabe qué nadar inventaríamos.
Quién sabe qué ahogos, qué diálogos,
qué ondas,
qué tonos de luz,
qué clase de amor pez, roce medusa,
abrazo pulpo, erizo de aire,
volátil caminar, patoso nadar.
Quién sabe —¡quién lo sabe!— cómo sería el clavo,
el clavar, el lento dar, el ágil quitar.
El resbalar de cuerpos por los edificios bajo mar,
por las inmensas y vacías oficinas, tiendas, circos, cárceles,
por las calles sin oxígeno,
cucharas, cuchillos, ventanas
que, bajo agua, da igual abrir que cerrar.
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Boletín de Popular Libros

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http://www.popularlibros.com/boletines/boletin.php?codigo=3
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No es frecuente que un poemario alcance un éxito rotundo de lectores en su salida y vaya ya por su segunda edición. Estelle Talavera (Madrid, 1979) es una alegría para los amantes de la poesía, sobre todo porque sus versos desprenden nuevos aires. 27 Paraguas nos lleva a descubrir lo que el ilusionista esconde, lo que queda perdido entre el ir y el venir, lo que hay tras el objeto multiplicado, repetido en cadena, a vislumbrar cuanto pasa desapercibido en cada escena cotidiana. Penetramos en las oscuras profundidades, ignoradas -conscientemente quizá- por muchos de nosotros, en un intento de sobrevivir a la absurda lógica de nuestro mundo actual. Y con todo, está el amor atento -por qué no- que trata de llenar las ausencias, de rescatarnos del vacío que queda en la mirada de quien se cobija bajo el paraguas.
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martes, 9 de diciembre de 2008

Cuidar una vida

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Hay que tener cuidado.
La servilleta en la comisura del labio.
El abrillantador de almas.

Tomar medidas.
Medir, al milímetro, proporciones.
Los zapatos por si llueve.
La sombrilla lluvia y sol.
La carcasa.
El tapón de la botella.
Procurar que el mar no se desborde del mundo.
Tener mucha cautela, medir profundidades.
Alternar día festivo con trabajo.
Conseguir no morir, no huir, dormir un poco.

Conseguir que tú, conmigo, estés a gusto.
Conseguir enseres, conseguir refugio.
Conseguir tener escamas en el cuerpo.
No quemarse los dedos.
Caminar calzado, vacunado.
De la mano de alguien.
Un río particular, una barca.
Un salvamento sin naufragio.
Un camino sin charcos.

Conseguir estar aquí en este momento.
Controlar tempestades.
Domar temperamento.

Cantar, despertar voces, alientos.
Domesticar al incauto.

Conseguir estar aquí en este momento.
Contigo.

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(1º Premio Internacional de Poesía La Mano en Valparaíso, Chile)



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lunes, 8 de diciembre de 2008

Reseña en la revista literaria EL OTRO LUNES

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La poesía en sus orígenes fue escena. Oralidad y escena al servicio de la representación y el encantamiento. Por tanto, la poética consistía en convertir una experiencia en representación. Verbo y acto debían servir a la construcción del espectáculo. El hombre necesitaba de esa conversión para explicarse a sí mismo el curso del mundo. El poeta era sólo el medio, la voz, que debía posibilitar el mito, el amor o la muerte, y los grandes episodios que construían su propia historia. Era el principio, rito y sueño eran sólo palabras que conducían a la escena, a esa dramaturgia que se hacía necesaria, a la vez que convocaba al miedo, a la traición, a los descubrimientos poco deseados. Se trataba del viaje más largo, de la ruta siempre inacabada hacia el ser. Región donde se confunden el nacimiento y el fin. Donde caben todos los mapas y todas las geografías y todos los lugares y todos los sucesos.
Después, la vida ha ido construyendo sus propias tragedias. La escena parecía ingenua ante el desastre. Necesitábamos el circo. El espectáculo. La vida entendida como una representación libre de culpa. No obstante el dolor de los descubrimientos. No obstante el adorno de la danza, la ocultación de la poética tras la mímica. Gestos, aseveran, femeninos. El hombre aúlla y la mujer traza su baile entre los espejos: “Deípara, paridora de Dios”, acotaba Lezama desde su jardín insular. De eso está hecho el mundo, de la danza y del hambre, del descubrimiento a través de la escena, y de la poesía oculta bajo las telas del circo:

Todo he alcanzado en este largo baile.
Todos los trajes, todas las copas.
Todas las caras conocidas.
Sus lamentos suicidas, sus glorias, sus despedidas,
sus abanicos de dedos danzando
con nerviosos aspavientos en el aire blanco.

Leemos 27 paraguas el primer poemario de Estelle Talavera Baudet (Madrid, 1979). El libro da cuenta de la gestación del vuelo como escena. Por tanto, del vuelo como poética y de ésta como una manera de alcanzar la totalidad del mundo. Una mujer danza entre los espejos, recorre el cuerpo de sus amantes, calles desconocidas o aprendidas de memoria, como los restos de un poema o los trazos que su escritura deja en el papel, y va enumerando en orden exacto todo el miedo y el riesgo que esconde tras su baile. Ella no quería cuidar el bosque. Ella tiene el circo que va construyendo con los retazos abandonados de los otros. Ritos antiguos, ofrendas y toda la gravedad del momento acompañando los últimos acordes de la música:

…esta fiesta con hilos nos provoca
un resquicio
de respeto;
un dolor que baila de puntillas
con guantes blancos y luces de camerino.

27 paraguas es la lectura del vuelo posible. También, la construcción pública de una despedida. La mujer que narra y da instrucciones y reseña el mundo por alcanzar, se despide. Cada poema es un suceso dejado atrás, irrepetible, fugaz como el escenario que nos invita a contemplar. Va a huir, y dice adiós y recuerda cuánto de esfuerzo hay en la lucidez de cada instante. Cuánto puede costar ese minuto en que sólo pertenecemos a nosotros mismos, y la palabra duele o cae en medio como una frontera insalvable, como las distancias que ningún vuelo puede salvar. .
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Ladislao Aguado
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jueves, 4 de diciembre de 2008

Canal Literatura

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http://www.canal-literatura.com/Libros/27paraguas.html

http://www.canal-literatura.com/BLOG/?p=618
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INFORMA DEL EVENTO: http://www.canal-literatura.com/modules.php?name=News&file=article&sid=816

27 paraguas: LIBRO DE LA SEMANA en el ABC digital

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«27 Paraguas», el primer poemario de Estelle Talavera Baudet


INÉS MARTÍN RODRIGO
MADRID
Actualizado Jueves, 04-12-08 a las 19:47

Al poco tiempo de su aparición ya se mueve «27 Paraguas» como un pez por las aguas de su segunda edición. Editado con gusto por la Asociación Cultural Los Amigos de Yorick, es éste el primer libro de Estelle Talavera Baudet, que se zambulle en la irrealidad de lo público con claras intenciones de gustar, de conmover, de seducir con su ternura, su belleza y sus luminosas intenciones al raro lector de poesía.

¿Por qué posee tal velocidad de salida un primer libro? A veces sucede. Pero es raro, pues ocurre en un ámbito excesivamente reducido para achacarlo a la moda que, por supuesto, lo ignora. En esta ocasión, la seducción la ejerce el libro por su frescura, por su indudable ser otra cosa, porque abre las ventanas de la cerrada habitación de la poesía oficial.

«27 paraguas» aporta nuevos temas, originales enfoques y ángulos de observación imprevistos, no acostumbrados, propios de quien escribe desde la intuición y la inspiración, con una música particular, de hoy, de jazz silbado mientras se anda por la calle con las manos en los bolsillos y el amor por la vida en los ojos. Libro en apariencia sencillo, posee la complejidad de la simplicidad, del pulso mantenido en las venas que riegan las cosas como son sin que nosotros lo advirtamos.


"La seducción la ejerce el libro por su frescura,

por su indudable ser otra cosa,

porque abre las ventanas de la cerrada

habitación de la poesía oficial."

Las variables que utiliza Estelle Talavera en su ecuación no difieren de las de la poesía de todos los tiempos, pero lo hace de otro modo. Son éstas el tiempo, la ternura, la belleza, la vida que transcurre, el amor que transcurre: todo ello transformándose en sombras delicadas o profundas, en reflexión involuntaria, en tristeza, en poesía. Y, muy acusadamente, la sensibilidad de lo simultáneo, de la enorme cantidad de vida que comparte el instante con nuestro más mínimo acto. El asombro ante la magnitud de la existencia.
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