Editorial Baile del Sol, 2009
Nº páginas: 66
ISBN: 978-84-92528-19-6
Prólogo de Manuel Jurado
Javier Vázquez Losada es un maestro. Novelas, relatos, premios… y ahora ataca con su poesía. Tiene la palabra acertada, el verbo idóneo, depurado, preciso e incisivo. Es fascinante ver cómo, en cuatro versos, logra sutilmente darle la vuelta a una situación, descolocar al lector y cuestionarse cosas en las que no había reparado antes. Y lo hace de forma que el mensaje se agarra al paladar; no es necesario ningún estado de ánimo particular para leerle: sus palabras disparan y dan directo en la cara.
Desde que te has ido
el amanecer
—sí ya sabes la nueva luz del día
y todo eso—
es tan sutil
como la cuchillada de un carnicero.
No es más
La hormiga se pasea confiada
por el balcón de la estación
hasta que la embisten,
le da tiempo a recordartoda su vida
que no es más que un paseo
por algún balcón florido o no
de alguna estación.
Con sus versos he descubierto mi parte cínica, mi parte egoísta y mi ceguera. Es una ducha de realismo, de autenticidad. Un examen de conciencia. Su poesía busca el verdadero reflejo en el espejo.
Impromptus
Me deshago de este bicho molesto
con un solo dedo
y después me siento a escribir
con la intención
de ser inmortal.
Ironía, descreimiento. Sin embargo no peca de frialdad. Hay ternura en sus poemas, se lee entre líneas la carga emocional, sin trampas; su amor está exento de trajes absurdos, procura arramplar con los tabúes y deshacer los mecanismos aprendidos. Está ahí, y está bien como está. La cosa no va de maquillajes, huye de todo eso. Sin embargo hay un trasfondo de desesperación no violenta, de apagón. No es pesimismo propiamente dicho, sino un barrido por la superficie sucia; quitar de en medio todo lo que sobra, pulir la escultura o romperla. En definitiva es lo mismo. Y es de agradecer que un poeta se baje del podio y procure descalzarse antes de volver a subir.
Es lo que hay
Quizás esperabas a Milton a Yeats a González a Colinas
incluso te conformabas con Travis
o con Coldplay
y te encontraste conmigo
algunas veces hasta tolerable
pero las más tan raro
como un milagro
en el motor de tu viejo coche
alguien que vomita más que habla
si lo piensas bien también tiene su mérito
pero
al menos
en noches como ésta
y después —faltaría más—
de bajar la basura
que ya da lo mismo que lleve rosas muertas
o latas de cerveza
susurro tu nombre igual igual
que un poeta verdadero.
Como bien comenta Manuel Jurado en el prólogo: “La vida es lo que tiene el poeta: su existencia; pero al mismo tiempo una inexacta concreción sobre el valor de esa misma vida personal —o general—. La vida que a veces puede parecer innecesaria, o desaconsejable cuando menos.”
Primer acto, intermedio (pipas, chicles y cigarrillos) y telón. Un telón que nos cae encima, con la excitante sensación de que, por una vez, los mundos que este telón separa (bambalinas, espectador), pueden no ser tan distintos o, al menos, tan incompatibles como uno espera.
Con él nos enteramos de que somos “de nuestro propio tamaño”. Gracias, Javier.
Cuanto no escribo es cuanto sé
y eso en el mejor de los casos.
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