jueves, 13 de enero de 2011

Mario Crespo define lo que leeréis dentro...

Derrota

Sáfrika nos trae uno de los pocos poemas de la antología. Es un poema donde, en algunas partes, los versos se transforman en oraciones. Una de las cosas más curiosas de “Viscerales” es que, en ese ejercicio de vaciamiento que buscamos los antólogos, se atisban las preocupaciones e inquietudes de cada uno. El tema de las relaciones de pareja es uno de los más recurrentes, sino el más. Sáfrika es otra prueba de ello. Si manipulara este poema y pusiese que su autor es otro, un hombre, el lector se daría cuenta rápidamente que algo falla. Sáfrika posee la sensibilidad femenina que ya hemos visto en autoras precedentes. Es tierna, dulce y ama. Ama por encima de todas las cosas. Incondicionalmente y, sobre todo, ama sin reaccionar. Como nos dice Brenda Ascoz en su relato: “mientras tanto, yo sigo aquí, esperando sin esperar. A ver qué sucede”.


Cierto olor a mierda

Iñaki Echarte es otro de los autores que nos muestra que el ser humano, llevado al límite, no siente nada especial ni al morir ni al matar. Se trataba de ser viscerales, ¿no? En este libro hay mucha acción-reacción. Son situaciones de la vida. A veces pensamos que todo se reduce a vivir o morir. Y entonces tenemos que elegir… El relato de Iñaki es uno de los que más me gustó desde el principio. La historia me atrae y el autor es capaz de hacer sentir al lector lo que pretende. Asco y repugnancia. Otra forma de empatía. En “Cierto olor a mierda”, un escritor principiante mantiene una extraña relación con eminente novelista. Y juntos, el novelista se convertirá en mito...


La sangre

Para mí, el relato de Alejandra Zina es uno de los más enigmáticos de este libro. Se trata de una historia de mujeres, de hermanas, una historia de recuerdos de adolescencia que dice mucho más de lo que un lector no avezado pueda entender. El relato de Alejandra le pone a este libro un punto, si cabe, más elevado, un punto de inteligencia que obliga a leer entre líneas y a ver que lo que sale del interior de nuestros cuerpos, no son sólo vísceras, sino también… letras.


Llorando mercurio

Esteban Gutiérrez Gómez, además de abogado, es profesor de creación literaria. Una vez leyó una texto que le pasé y me dijo que le había gustado mucho, pero que para narrar un drama así hubiese sido mejor emplear un monólogo interior. Lo que hace Esteban en este texto es dar una clase maestra de monólogo interior. Habla con su Blanquito con una prosa que a mí, personalmente, me recuerda al Beckett de la trilogía. El centro y la entidad de algo que no necesita del cuerpo para existir. El relato de Esteban, además, tiene una particularidad: bajo una apariencia cerebral se esconde uno de los ejercicios literarios más honestos del libro.


París

Si hablo de David González es posible que no sea objetivo. Casi todo o todo lo que he leído de él me ha gustado. Este texto no podía ser menos. David, por momentos, roza la más alta excelencia poética con frases tan literarias como: “Y un cinturón marrón cuya hebilla está corriendo, a punto ya de llegar a la última base”. ¡Guau! ¡Brutal! “París” es un relato pesimista en el que el autor, explícita e implícitamente, establece un paralelismo entre su vida y la de su idolatrado Amedeo Modigliani. La palabra sajona loser, título de uno de los libros del poeta, sin llegar a aparecer en el texto, está constantemente presente. El poeta se sentía invisible cuando escribió su texto. Expresa lo que siente sin adornos ni rodeos, recurriendo a esa no-ficción en la que tanto cree. Es sincero y va de frente. Una vez más, se vacía escribiendo.


Porque okupé Londres

Conocía a Ana Cañamares por su faceta poética, pero desconocía la prosística. Y, la verdad, me he llevado una grata sorpresa. Ana nos sumerge en su juventud en Londres. ¿Quién no ha estado en Londres en su juventud? En Inglaterra la ocupación está permitida. No es necesario pagar tasas de vivienda, si uno no quiere. Ana fue a Londres y pretendió integrarse: vivir como los ingleses, beber como los ingleses. Y de esa experiencia nace este relato en el que, en sus propias palabras, nos cuenta, con el impulso propio de unas tripas que rechazan una comida en mal estado, una aventura que vivió y que para ella fue la consumación de la imitación; la imitación de un tipo de vida para la que no había sido educada ni estaba formada.


All my friends were vampires

Tuve por primera vez referencias de Javier Esteban cuando mi compañero Barrueco me pidió que fuera a un tienda friki de Alcorcón para comprarle elúltimo libro de Javier, “El principio antrópico”. La tienda estaba cerrada y me quedé sin poder leerlo. Al relacionar a Javier con la tienda friki, por pura y estúpida asociación de ideas, pensé que su literatura era otra, más cercana al género fantástico, si se quiere. Pero nada más lejos de la realidad. Al recibir su relato “All my friends were vampires”, descubrí a un escritor particularísimo. Un autor que, manejando con oficio el lenguaje y la sintaxis, es capaz de mezclar en un mismo texto elementos de lo más diverso, como la religión y Belén Esteban.


Bajarse de la nube

Estelle Talavera hace una crítica al aburguesamiento literario (derivado, por supuesto, del aburguesamiento/aborregamiento social) con una sutileza que poca gente tiene el privilegio de tener. Puño de hierro en guante de seda. Es fina pero apunta a matar. Y se queda a gusto, la frase final del texto, “he dicho”, así lo atestigua. Tomando como referencia a Félix Francisco Casanova, Estelle, en pocas palabras, establece una analogía entre el antes y el ahora, entre la lucha y el sofá con Digital +. Delicioso estoconazo el tuyo, Estelle.

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